domingo, 5 de mayo de 2013

Federico Martín Bahamontes

'Aguila de Toledo', es lo mismo que hablar de Federico Martín Bahamontes. Considerado por algunos como el mejor escalador puro de la historia, el toledano tenía también un carácter peculiar por culpa del que probablemente no acumuló un palmarés más rico.
 
Había nacido en una pequeña localidad de apenas 1.700 habitantes conocida por Val de Santo Domingo, en el año 1928. A los diecisiete años, Bahamontes comenzó a trabajar como carpintero sin mucha suerte. 
 
Dentro del deporte se aficionó por la práctica del fútbol y con chavales de su edad jugaba en un basto solar. No lo hacía mal, pero aún así sus compañeros de fatigas le empujaron a que se comprara una bicicleta de segunda mano y les acompañara en algunas excursiones ciclistas. Su padre accedió a realizar el dispendio económico de rigor. Le costó nada menos que 50 duros. La bicicleta, además, le fue de gran utilidad para trasladar fruta de un lado a otro, poderla vender y obtener algún dinerillo. También de madrugada ejercía dura labor en el mercado en el trasiego de cajas.

Su aparición en el profesionalismo, la realiza en la Vuelta a Asturias, pagando de su bolsillo la inscripción y presentándose a la prueba con una camisa de vestir, un pantalón de fútbol y alpargatas. Las críticas le llegaban por su falta de espíritu de equipo y por su escaso sentido táctico, pues corría hasta agotar sus fuerzas.

Es bueno que se sepa que Bahamontes, al no contar con medios económicos suficientes -sólo 100 pesetas-, se trasladó en bicicleta a las tierras del norte, recorriendo 700 kilómetros en tres días para poder participar en aquella competición. Lo hizo con otros animosos compañeros. Un hecho inaudito. El ciclismo de aquel entonces era una actividad poco considerada y los ciclistas un tanto modestos se veían obligados a hacer esa clase de locuras. Viajaban montados en su bicicleta y luego competían.
En 1957, Bahamontes era ya una leyenda. Aún se hablaba de su helado en la cima de la Romeyére. Subió el primero y allí, lamiendo un polo, esperó al resto. No por arrogancia, que le sobraba, sino por no bajar solo. El de ese año fue un Tour de Guerra Civil.

Hasta que llegó el Tour de 1959. El suyo. El primero de un español. Galdeano, uno de sus gregarios, le recuerda así en el magnífico libro 'Locos por el Tour': «Bahamontes es un tío que como se escape alguien al que le tiene manía, le salta, se va por los llanos a por él. Gana la montaña y se crece. Y luego pierde media hora en el llano, y echa la culpa a los domésticos, a los del equipo». Un genio alocado.

Dalmacio Langarica, el encargado de hacer la selección española, estaba íntimamente convencido de que Bahamontes se hallaba capacitado para ganar el Tour si se dejaba dirigir. Por eso aceptó la primera condición del toledano: "Si voy yo, no va Loroño".

Tour de Francia de 1954, en las estribaciones del primer puerto de la jornada, La Romeyre, Bahamontes va acompañado de 3 ciclistas, 2 franceses(el bretón Jean Mallejac que fue segundo en un Tour y Jean Le Guilly) y un suizo, Fritz Schaer, que fue finalmente segundo en la etapa tras Lucien Lazarides. En los primeros kilómetros de la subida, el coche de la selección suiza llega hacia su ciclista para decirle que no releve, y en ese momento saltan unas piedrecitas de la calzada que van a parar a la rueda de Bahamontes rompíendole varios radios de una de sus ruedas. Para que no le rozase, Fede destensó el freno de esa rueda para poder seguir hasta la cima, y les dió los dos habituales hachazos con los que reventaba a sus rivales, uno para probar como van las fuerzas y el otro el definitivo, para marcharse en solitario. Y por supuesto se fue solo. Y coronó tranquilamente con un par de minutos de ventaja. Pero así no se podía bajar, y le tocó esperar en la cima. Y a Bahamontes, clown, extraño y suyo, muy suyo, no se le ocurrió otra cosa que pasar el rato comiéndose un helado, en un puesto cercano. Se acercó al vendedor y, sin hablar siquiera ya que no sabía nada en absoluto de francés, con 2 dedos se lo señaló: "deux boules" murmuró el comerciante, y le preparó un cucurucho con 2 bolas de helado de vainilla, que se tomó Federico Martín Bahamontes en la cima de la Romeyre, esperando a que el jeep que había provisto la organización para Julián Berrendero y la selección española llegase. Y así estaba él, lamiendo su helado en medio del Tour de Francia.Y la prensa se ensañó, fotos por doquier... daba la impresión de que se tomase la carrera a cachondeo, así ilustraban los tabloides sus ediciones como una anécdota divertida de la carrera.

A Federico Martín Bahamontes se debe el honor de no haberse acobardado nunca con la dureza y la magia del Tourmalet. Todavía hoy El Aguila de Toledo mantiene su particular récord en la ronda francesa. En cuatro ocasiones atravesó la legendaria cima en primera posición.
 

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